martes, 28 de agosto de 2007

Plenitud

Tu desnudez palpitante, codiciosa y ávida,
emergía entre las sombras
de la ardiente habitación.
El roce de tus dedos me quemaba,
la humedad de tu boca dejaba rastros
por toda mi geografía corporal.
La temperatura calcinaba poco a poco
tu cuerpo y el mío.
Caminábamos al borde de un abismo
candente de pasión.
El cráter de mi volcán interno
estaba a punto de entrar en erupción,
un fragmento de tu integridad corpórea
se abría paso en mi sombría concavidad.
Tu cuerpo y el mío, fundidos y presos
de una satisfactoria oscilación
se encausaban hacia la cumbre del placer.
¡Qué plenitud llegar a la cima!

María Julieta Salusso

viernes, 10 de agosto de 2007

No existe mayor placer...

…Mi vulnerable existencia palpita
Sacudida por el más ardiente pecado.
El roce de tus manos me produce temblor.
La creciente temperatura de tu cuerpo
incinera uno a uno todos mis rincones.
La calidez de tu aliento me seduce, me hipnotiza,
me eleva hacia la cumbre de mis sentidos.
Tu lengua deja rastros de humedad por mi piel.
¡Necesito más! Mi integridad lo reclama;
la llama ya está encendida.
Quema… El fuego da placer.
Mi concavidad goza, suda,
se humedece, te alberga;
se adueña de tu viril integridad corpórea.
Tu afiebrado segmento me habita, me invade,
me riega con sus privados fluidos.
Los gemidos ensordecen,
se acrecientan con cada movimiento
que efectúan los cuerpos.
Me siento una Afrodita insaciable,
estoy a punto de estallar…
estoy al filo del goce infinito.
No existe mayor placer.
Si esto es pecado… quiero morir pecando.

María Julieta Salusso