Esta mañana, por buscar explicaciones a lo inexplicable quedé atrapada en las redes de una respuesta indiferente, caí rodando desde la cima de mis oscuras conclusiones, mientras en el afán de frenar… me impulsaba hacia el amplio orificio de las angustias y rebotaba una y otra vez, castigando el costado herido de un pasado tan lejano. Esta mañana por salir al encuentro de mis eternas y agobiantes dudas, sentí el filo helado de los sucesos que me ultrajan, traspasé la delgada pared de la razón y al oír el eco de mis voces vacías; me convencí a mí misma, que “el vivir” no se interroga… simplemente “se vive”.
El hueco oscuro de mis silencios me pregunta el por qué. Me convence de mi propia cobardía. ¿Será cobardía o discreción? No lo se; Pero que es silencio… De eso no tengo dudas. Creo. ¿Para qué guardo todo esto? ¿Para qué reflexiono? Si de todos modos… Nunca llego a una respuesta satisfactoria. Me duele. Me aturde. Me confunde. Agrieta mis pensamientos; los envejece, los mutila, los agobia. Aún me sigo preguntando… ¿Será cobardía o discreción? El galope constante de mis propios fantasmas me sigue de cerca. Convive conmigo. Me sopla disimuladamente en la nuca. Me habla, a veces fuerte, casi gritando y a veces susurra tímidamente que casi no logro percibir su compañía. De todas maneras, está conmigo. Es invisible. Intangible. Cualquiera diría que… “poca cosa”. Pero se las arregla para venir conmigo a todas partes. Me taladra la cabeza. Me perfora. Me subyuga bajo sus pies descalzos.