La delgada membrana del silencio se vio duramente traspasada por los gritos mudos que disimuladamente afloraban desde el fondo de gargantas resecas.
Las filosas palabras silentes dejaban oír su eco rebotando sin cesar contra las murallas del tiempo.
Y yo estaba ahí, tratando de armar la mil piezas del rompecabezas de mi existencia.
Creí escuchar la voz que me llamaba a rendir cuentas de mi transitar por esta vida.
María Julieta Salusso
viernes, 2 de noviembre de 2007
…Es el final… Dicen que cuando el contenido queda desprovisto del envase: es el final. Yo, que estoy del otro lado, que alguna vez rompí el cristal de la fina pared limítrofe de aquello que el tiempo se encarga de gastar y salí triunfante luego de cortar el delgado cordón que me unía al resto de los mortales: digo que nooooo! No es el final. ¿De qué sirve el carnal envase si cuando menos piensas te abandona? Si al final de cuentas perturba el obrar del alma, la asfixia. Pisotea sin piedad cuando persigue un objetivo.
Lo que realmente importa es lo etéreo, el suspiro que queda de aquello que no está… “el alma”.